La Cumbre de la Amazonía no pactó metas para frenar la deforestación y los hidrocarburos.

Compartimos texto de la revista RAYA que analiza y presenta documento a favor de la preservación de la Amazonía emitido durante cumbre presidencial en Belém do Pará

Ocho de los nueve países y territorios de la Amazonía son los que conforman la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). © France 24

En la Declaración de Belém, los ocho países del Tratado de Cooperación Amazónica no se comprometieron a lograr la cero deforestación en la Amazonía y, aunque Colombia lo propuso, tampoco prohibieron la actividad petrolera y minera en la mayor selva tropical del mundo. El presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva se habría opuesto a la prohibición, a pesar de que convocó a la reunión y que quiere recuperar el liderazgo ambiental.

Sin compromisos concretos terminó la Cumbre de la Amazonía. Esta reunión no ocurría desde 2009 y, tanto en ese año como en 2023, el presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva fue el promotor del encuentro.

Este se realizó entre el 8 y el 9 de agosto de este año en la ciudad brasileña de Belém. Allí, asistieron representantes de los ocho países que conforman la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA): Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Ecuador. Además, en ese orden, son los que más territorios amazónicos tienen respecto al porcentaje total de la región.

Por otra parte, el territorio francés de Guayana Francesa no hace parte de la OTCA, a pesar de que posee un 1% de la Amazonía; y por ende, no asistió al encuentro.

Pero antes de que los representantes de los gobiernos de los ocho países discutieran, se realizaron los Diálogos Amazónicos. Allí, más de 80 organizaciones y pueblos indígenas plantearon sus exigencias. Las dos más reiteradas fueron que los líderes se comprometieran a frenar la exploración de combustibles fósiles en la Amazonía y que pactaran la cero deforestación. Sin embargo, ninguna de las dos cosas ocurrió.

La Declaración de Belém, como se llamó el pacto final, se quedó más en una suma de intenciones. Aunque tuvo un elemento positivo, como le explicó a France 24 Diego Casaes, director de campañas de la organización Avaaz. Este es que los firmantes reconocieron lo que la ciencia como como el punto de no retorno. Si la deforestación y la degradación combinadas superan el umbral de entre el 20% y 25% en la Amazonía este, sur y central; la selva tropical más grande del mundo no podrá regenerarse a sí misma. La alerta es que pronto se llegará a ese punto. Según el Informe Amazonía Viva 2022 de WWF, el 18% de los bosques amazónicos se perdieron y el 17% de los suelos están degradados.

En la Cumbre Amazónica reconocieron la urgencia, pero no trazaron pasos específicos a seguir para disminuir la deforestación ni la degradación. De hecho, la Declaración destaca la necesidad de “acordar metas comunes al 2030” para esa tarea; cuando estudios como el de WWF advierten que ese año ya puede ser tarde y que se necesitan acciones para 2025.

Así, a pesar de que Lula da Silva pretende recuperar el liderazgo de Brasil en las negociaciones climáticas internacionales; el pacto final no es un paso decidido para lograrlo. “La diplomacia amazónica que propone Lula aún no tiene resultados porque no hubo consensos en todos los países sobre la deforestación. Bolivia y Venezuela no estaban de acuerdo; mientras que Colombia sí propuso una meta de protección mucho más fuerte de 80% para 2025 como una meta intermedia antes de llegar a la cero deforestación de 2030”, explicó Casaes, quien asistió a la Cumbre.

Algunos de los países amazónicos se comprometieron desde 2021 en lograr la cero deforestación para el 2030, pues se sumaron a uno de los grandes acuerdos que resultaron de la COP26 de Glasgow. Esos países incluyen a Brasil, Bolivia y Colombia.

Lula insiste en un proyecto petrolero en la Amazonía de Brasil

Pero la diplomacia de Lula de la que habla Casaes sobre la deforestación es contraria a la postura que el presidente tiene sobre el petróleo en la Amazonía. Casaes afirma que la falta de acuerdo para prohibir la actividad de hidrocarburos en la región “es responsabilidad de Lula” porque en Brasil tanto sectores petroleros como miembros de su propio gobierno lo presionan para que sí haya exploración y explotación.

De hecho, una semana antes de la Cumbre, el presidente brasileño afirmó en entrevista con emisoras de radio de la Amazonía que él quiere “seguir soñando” con la exploración. Esto en referencia al proyecto que impulsa la estatal Petrobras en la desembocadura del río Amazonas. A pesar de que en mayo de este año, el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Ibama) negó la solicitud de la compañía para iniciar la perforación; Lula afirmó que el estudio de la institución no era definitivo, “porque señala fallas técnicas que Petrobras tiene derecho a corregir”. Medios brasileños han registrado que el proyecto generó tensiones entre el ministro de Minas y Energía, Alexandre Silveira; y la de Medio Ambiente, Marina Silva, reconocida por su defensa de la Amazonía.

Aun así, Lula no descarta la posibilidad. Esto marcó la postura de Brasil sobre la discusión de hidrocarburos durante la Cumbre Amazónica, una posición que también beneficia a países que tienen grandes reservas de petróleo como Venezuela, Guyana y Surinam.

Un punto de vista totalmente opuesto es el que planteó el presidente colombiano, Gustavo Petro. En su discurso, insinuó que era un contrasentido permitir las actividades petroleras en uno de los mayores pulmones verdes del planeta; ya que él señala que las primeras contribuyen a la extinción de la humanidad y la Amazonía representa vida. Incluso, Petro afirmó que el negacionismo de la derecha es negar lo que indica la ciencia respecto a la crisis climática, y que el negacionismo del progresismo es aplazar las decisiones.

A pesar de su llamado para actuar de inmediato, en la Declaración no solo no se prohibió la actividad petrolera en la Amazonía; sino que el punto 79 de los 113 pactados habla de que los Estados Parte iniciarán un diálogo “sobre la sostenibilidad de sectores tales como minería e hidrocarburos en la Región Amazónica, en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y sus políticas nacionales soberanas”. En otras palabras, dejan la puerta abierta para que sí se explore y se explote petróleo, gas y elementos como el oro.

Aunque los indígenas son uno de los ejes transversales, no escucharon sus exigencias
La falta de acuerdos contra la deforestación, el petróleo y la minería no cayó bien en los pueblos indígenas. Fany Kuiru, la primera mujer elegida para ser la coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), le expresó a France 24 que hubo molestias por parte de ellos, ya que los presidentes no incluyeron sus exigencias para frenar esas tres realidades que se viven en la Amazonía. Además, Kuiru afirma que los pueblos originarios esperaban más sobre el cuidado de los indígenas en aislamiento.

Ahora bien, Kuiru reconoce que otro de los puntos más relevantes de la Declaración es que reconoce a los pueblos indígenas y a sus derechos como un eje transversal para proteger la Amazonía y que, de la misma manera, los incluye en los mecanismos de participación de la OTCA.

Así ocurre, por ejemplo, en el Panel Técnico Científico Intergubernamental para la Amazonía que propone crear la Declaración de Belém. Su objetivo es similar al que tiene el grupo de expertos del IPCC que estudian el cambio climático, solo que dedicado a analizar y recopilar la información de las transformaciones de las tierras amazónicas.

Otras de las instituciones que se crearán según lo acordado durante la Cumbre son la Alianza Amazónica de Combate a la Deforestación y el Centro de Cooperación Policial Internacional en la Amazonía, con sede en Manaus. Este último coordinará con las autoridades competentes el intercambio de investigaciones para “erradicar actividades ilícitas, incluidos los delitos ambientales y conexos”. También, los países se comprometieron a comenzar a discutir la creación del Sistema Integrado de Control de Tránsito Aéreo, a través del cual compartirían información sobre la vigilancia del tráfico aéreo ilícito para combatir el narcotráfico, la deforestación y la explotación ilegal de recursos naturales como el oro o la madera.

Pero tanto Casaes como Kuiru limitan su optimismo frente a los cambios que esta clase de instituciones puedan traer y ambos coinciden en que la Declaración de Belém es un listado de intenciones políticas cuya importancia real radicará en qué tanto se logre implementar.

Fuente: FRANCE 24

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